Carles me mostró con su forma de ser, desde el primer momento que lo conocí, en esos tórridos días de Marrakech, que la vida es emocionarse por las cosas simples, entre buenas risas y un enorme corazón que me hablaron de su gran sensibilidad humana. Y detrás de todo ello, encontré a una persona inquieta y desenfadada. Disfrutando cada momento como si fuera el último y lo más importante: comprendí que la fotografía y su vida van por un solo camino, juntas, indisolubles, de la mano; con creatividad y libertad; con una inmensa curiosidad de niño grande, con su broma fácil y también con mucha gratitud por la compañía de sus amigos. Por eso, desde que lo conocí en esos zocos interminables de la medina magrebí, supe que cada vez que nos encontráramos en algún taller, íbamos a disfrutar de lo lindo de la vida a través de la fotografía. Y todo se convertía en una valiosa e intransferible aventura de emociones. Y las imágenes, como peregrinos documentos visuales, atestiguan algo de toda esa interacción. Por eso cuando veo algún proyecto o imágenes que va publicando casi a diario en las redes o en su web, me lo imagino disfrutando como pocos, el acto de fotografiar en donde sea, en un concierto, o deambulando por las calles. Y siempre me transmite eso: su gran emoción por la vida. Y esa es su auténtica magia. Por todo ello te doy las gracias, migo. 

Marcelo Caballero Figueres, 28 de marzo 2021